Disponer de un lugar en el que trabajar cómodamente sin renunciar al glamour no es nada sencillo. Normalmente concebimos los espacios de trabajo como lugares funcionales en los que la practicidad está por encima de la estética.
No siempre podemos contar con un espacio amplio y destinado exclusivamente a zona de trabajo, por lo que, habitualmente tenemos que colocarlo en otras zonas compartidas de la vivienda. En el primero de los casos es casi lógico que la funcionalidad esté por encima de la estética, aunque nunca puede llegar a sustituirla, pero en el segundo debemos cuidar mucho la decoración para que no arruine el resto de la estancia.
El ejemplo que os muestro es perfecto para ilustrar mis palabras. Sólo cinco elementos configuran ese maravilloso espacio, eso sí, cinco elementos que rozan la perfección: una mesa estilo imperio espectacular, un sillón Charles Eames tapizado en cuero blanco, una escultura de bronce, una lámpara minimalista y un arreglo floral de rosas amarillas y genista. Me parece una combinación increíble.
Pero eso no es todo. Trabajar en ese rincón no sería lo mismo si la pared no estuviera decorada con ese magnífico papel pintado que, a modo de trampantojo, te transporta a una arquitectura gótica y abre frente a la mesa una ventana hacia un exterior inexistente. Adoro estos murales de papel pintado que posibilitan la ilusión de ampliar el espacio y aportan ese rayo de sol que tanta falta hace en una esquina sin ventana.
No siempre podemos contar con un espacio amplio y destinado exclusivamente a zona de trabajo, por lo que, habitualmente tenemos que colocarlo en otras zonas compartidas de la vivienda. En el primero de los casos es casi lógico que la funcionalidad esté por encima de la estética, aunque nunca puede llegar a sustituirla, pero en el segundo debemos cuidar mucho la decoración para que no arruine el resto de la estancia.
El ejemplo que os muestro es perfecto para ilustrar mis palabras. Sólo cinco elementos configuran ese maravilloso espacio, eso sí, cinco elementos que rozan la perfección: una mesa estilo imperio espectacular, un sillón Charles Eames tapizado en cuero blanco, una escultura de bronce, una lámpara minimalista y un arreglo floral de rosas amarillas y genista. Me parece una combinación increíble.
Pero eso no es todo. Trabajar en ese rincón no sería lo mismo si la pared no estuviera decorada con ese magnífico papel pintado que, a modo de trampantojo, te transporta a una arquitectura gótica y abre frente a la mesa una ventana hacia un exterior inexistente. Adoro estos murales de papel pintado que posibilitan la ilusión de ampliar el espacio y aportan ese rayo de sol que tanta falta hace en una esquina sin ventana.
Via: Houzz |
El papel es una auténtica maravilla, es fabuloso.
ResponderEliminarSaludos.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Estos papeles con motivos arquitectónicos son una perdición. Gracias Teresa por tu apoyo.
EliminarLa idea del papel es genial, pero en mi caso preferiría que fuera de un paisaje natural para, en momentos de estrés, que me ayudara a volar la imaginación y relajarme.
ResponderEliminarMe parece una opción estupenda. Cada persona necesita un determinado ambiente para encontrar el relax. Los papeles pintados ofrecen una opción más económica a lo que supondría una pared mural pintada, y por supuesto, más facilidad a la hora de cambiar el panorama!!!. Gracias, Dintelo por vuestra fidelidad.
EliminarEl papel es el complemento perfecto para la decoración del espacio.Además de aportar profundidad nos hace sentirnos como un pájaro que sobrevuela la catedral.
ResponderEliminarWowwwww, es impresionsnte que con tan pocos elementos sea un rincón perfecto.No le cambiaría absolutamente nada!!
ResponderEliminarUn abrazo
Wowwwww, es impresionsnte que con tan pocos elementos sea un rincón perfecto.No le cambiaría absolutamente nada!!
ResponderEliminarUn abrazo